No se si son los años, no se si son las mañas, pero me están pesando
algunas cosas. Igualmente no soy original, ya verán que a cualquiera le
pesan las cuestiones que pasare a exponer.
Resulta ser que por
razones de índole más bien personal y privada, que les evitare para
economizar, me di a la tarea de realizar una serie ininterrumpida de
trámites.
La tarea parecía sencilla de acuerdo a la guía de
trámites colgada en la versión 2.0 de oficina pública primera en la
lista kafkiana. Lo que no decía la guía, ni siquiera en la letra chica,
que los compañeros trabajadores de dicha oficina estarían haciendo paro 3
de los 5 días hábiles que normalmente, y con viento a favor, atienden.
Eso seria solo una anécdota, lo de embocar el día activo digamos, si no
se complementara con el resto del periplo burocrático.
Que el
formulario debía bajarse en duplicado por Internet (todo el mundo tiene y
sino andate a un ciber), que tiene 10 días de vencimiento (con o sin
paro corren lo mismo), que debe estar firmado por profesional (siempre
con firma certificada por colegio publico y su correspondiente arancel),
que se deben acompañar copias originales y protocolares (muy formales
ellas), que falta dictamen de precalificación (acá no entra cualquiera),
que la declaración jurada (jurada me la tienen a mi que me pasean por
toda la ciudad con este tramite).
Les ahorro un par de requisitos
que total siempre falta alguno cuando se presentan los papeles y hay que
volver al otro día, cruzando los dedos y apelando a la buena voluntad
del funcionario que se apiada de los sufridos ciudadanos y reparte los
únicos 150 numeritos diarios antes de abrir.
Si hasta aquí se han cansado, les recomiendo que se arremanguen porque esto recién comienza.
La
segunda oficina tiene fama, y no en vano, de ser un laberinto macabro.
Lo mas curioso que tiene son las pautas para los tramites, siempre hay
condimentos que solo quienes trabajan allí conocen y nos retacean, creo
yo, por un mero gusto sádico. La lógica de la claridad no se aplica en
términos generales a lo que nos solicitan para avanzar en nuestro
denodado trámite.
Que si no tenes CUIT no existís (a pesar de que
toda tu humanidad esta frente a su rostro), que le falta un sello en
alguna de las hojas (y así no se puede), que hace falta fotocopia del
DNI de alguien (alguien que solo trajo su cedula por supuesto), que hay
que dar de alta un impuesto (sonamos), que luego hay que pedir la
exención del mismo impuesto (pongámonos de acuerdo), que no anda el
sistema (de eso ya nos habíamos dado cuenta desde el principio, el
problema ES el sistema).
La tercer oficina es claramente una
picadora de carne, aunque pretenda justamente todo lo contrario con sus
carteles de calidad de atención. Como se imaginaran esta orientada al
cuidado de la salud, y ahí es donde he perdido la mayoría de la que a mi
me queda, al menos en cuanto a la mental me refiero.
Que no
consta respuesta de la compañía (que vive de no responder y cobrar todos
los meses por ello), que el certificado medico ya esta vencido porque
es del mes pasado (y estamos a dos del mes siguiente), que la
contingencia no esta en la lista (por eso es contingente), que tiene que
venir el damnificado personalmente (aunque se trate de alguien que esta
en coma), que fue mal denunciado el siniestro (cuando el siniestro es
el que lo denuncio mal).
No quiero aburrirlos o espantarlos mas, quien sabe no tengan que deambular por alguno de estos tugurios pronto.
Suena
a consuelo de tontos que sea mal de muchos, pero compartiendo mis
angustias cotidianas con otros sufrientes ciudadanos he descubierto que
las formas y mecanismos torturantes son mas variados siquiera de lo que
imaginamos y todavía mas aceptados por la humanidad en su conjunto con
actitud corderil.
Ni que hablar del supremo momento de poder que
disfruta el empleado de turno que con tu formulario en sus manos es poco
menos que el dios del universo burocrático, así que mas te vale que
haya dormido bien y que le caigas simpática porque sino no te puedo
prometer nada viste, no depende de mi, como si se tratara de un favor y
no un servicio, o hubiera un ser superior de los tramites al cual
prenderle una velita por las dudas.
Los casos, como me gusta
llamarlos, abarcan distintas experiencias, todas olvidables, aunque
algunas dignas de convertirse en película protagonizada por Darin, y
quien sabe con un oscar en potencia que redima tanto sufrimiento.
Tampoco
voy a negar que no he pasado gratos momentos en estas aventuras, la
adrenalina de correr para llegar antes del horario de cierre no tiene
precio por ejemplo. O aquella conversación inigualable con un
desconocido sentado fortuitamente junto a nuestra amargura y ansiedad.
Ya
deseche teorías conspirativas, existencia de la OSA (Organización para
el Sufrimiento Argentino) y otras tantas maniobras seudo organizadas. Lo
mas estratégico que tienen los tramites para sobrevivir es su
desconexión entre oficina y oficina, nada se relaciona entre si, y eso
fortalece el carácter laberíntico del emprendimiento.
Pero al
final, no se si por cansancio o por empeño, termino comprendiendo las
particularidades del proceso, volviéndome una especialista en la materia
laberíntica, aunque tal vez sea demasiado tarde y nunca mas quiera
volver a hacer un tramite en mi vida.
Concluyendo, después de
tantas horas de espera, viajes fallidos y esperanzas truncas; considero
que lo que mas me consterna no es el tiempo desusado sino la ingenuidad
perdida. Como en el viejo skecht de Pepe Biondi (jóvenes borregos
googlear por favor) me resigno a aceptar que nunca voy a completar el
trámite para plantar el arbolito, pero mientras tanto puedo conformarme
con el arbolito del trámite que me hizo ir por las ramas esta noche.